El lujo de la experiencia frente al lujo de las cosas

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El lujo de la experiencia frente al lujo de las cosas

Por Elena Castelló
Agosto, 2018

Hay un concepto de lujo ajeno, por completo, a la opulencia. No cultiva la ostentación, ni la exhibición. No se muestra en la acumulación de objetos caros y ampulosos. Responde a una nueva concepción: la del placer genuino frente al puro narcisismo. Esta es la nueva idea de lujo que ha traído consigo el siglo XXI. Un lujo en el que priman el refinamiento y el disfrute personal. En el pasado, el lujo estaba en el aspecto externo, en tener grandes joyas y llevar vestidos imponentes. Eso ha cambiado, el lujo es ahora más discreto, consiste en tener algo hecho para ti, con tus iniciales. Tiene que ver con lo difícil de encontrar. Las palabras de Aristóteles, en su “Política”, lo definieron con precisión: “La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión”.

El lujo es, pues, experiencia. Y autenticidad. Y conocimiento. El lujo es una forma de vivir y valorar lo que nos trae la vida.

VIVIR ES LO VERDADERAMENTE ÚNICO
No hay nada más exclusivo que lo que uno vive. Sólo es para nosotros y está hecho a nuestra medida. De la misma forma, el lujo verdadero tiene que ver con la memoria y con el tiempo, con el descubrimiento de una nueva perspectiva vital. DE manera que nadie más pueda decir que ha vivido lo mismo que nosotros. El nuevo lujo está ligado a la simplicidad: el silencio, el brillo de un agua cristalina, el sabor de una fruta madura recién cogida del árbol. Son cosas que siempre estuvieron al alcance de todos y que hoy ya no lo están por la masificación, la contaminación, el urbanismo sin orden. Por eso, hoy el lujo es exactamente aquello que expresó Henry David Thoreau en su “Walden”, en 1854, como contrario al lujo: “La mayoría de los lujos y muchas de las llamadas comodidades de la vida no sólo no son indispensables, sino que resultan un obstáculo evidente para la elevación espiritual de la humanidad”. El verdadero lujo, hoy, busca, sobre todo, esa elevación espiritual.

EL PLACER DE LOS SENTIDOS, ES EL PLACER DEL INTELECTO
Tradicionalmente, se ha considerado a los sentidos como el ancla del placer. Y, efectivamente, nos proporcionan ese disfrute que atesoraremos como un instante precioso entre nuestros recuerdos. La mejor gastronomía, en la mesa de los mejores chefs del mundo; descubrir paisajes que aún hoy permanecen inviolados por la mano del hombre; asistir al arte del mejor “couturier” en sus salones privados… Todo ello tiene que ver con los sentidos –la vista, el oído, el gusto, el tacto–. Pero, no serían lo mismo sin la presencia del intelecto. Conocer a fondo el lugar al que viajamos, su historia, sus costumbres y por qué está tan lejos de los hombres multiplica el placer. Apreciar un diseño de Alta Costura solo es posible si en la experiencia entra también en juego la cabeza. Y lo mismo pasa con las mesas más refinadas. El lujo moderno reclama su condición de experiencia intelectual.

LA EXCLUSIVIDAD ES UNA ACTITUD PERSONAL
El lujo es sinónimo de estar al alcance de unos pocos –los “happy few”–, pero, con los años, la exclusividad ha cambiado. Ya no es tan difícil perderse en un paisaje de ensueño y pernoctar en un buen hotel. Por eso, la clave del nuevo lujo, más que la exclusividad, es la “personalización”. No importa tanto el material como que algo esté hecho solo para ti. Lo importante no es que sea difícil de encontrar es que, de alguna forma, lleve nuestro nombre. Una joya, por ejemplo, elaborada con una painita, la piedra preciosa más rara del mundo, o con alejandritas, que cambian de color con la luz. Para poder identificar el verdadero lujo hay que tener conocimiento. Hay que saber distinguir lo bueno de lo mejor, hay que apreciar los detalles. El nuevo lujo una actitud personal.

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